miércoles, 11 de junio de 2008
En el interior del libro...
Y ahora, otra página, aquella en la que traté de hacer de revertir un discurso algo bastardeado para que se convirtiera en una forma de comunicar.
Me lo permitió el género, pues no era ficción literaria, aunque roza lo epistolar. Y del género epistolar hay ejemplos de excelencia. Pues yo diría que los mensajes de correo electrónico, que pueden ser revulsivos porque atentan contra el canon del género epistolar, rescatan de éste la necesidad de una subjetividad exacerbada con afán de comunicación. Algo descartado, repudiado, por la crítica literaria, que sostiene que la literatura no tiene función comunicativa; o, evocando a Jackobson, no es su función predominante, por lo menos. Sin embargo... ¡cuánto de comunicación ve el lector "no iniciado" (lego me parece una descalificación innecesaria") en los vericuetos de los cánones, que se apropian del poder de legitimizar.
Y ahí va el interior, con mi mensaje, ése que pergeñé tratando de apelar a una estética digna.
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